martes, 24 de septiembre de 2013

Inicio y saludos




              ¡Hola! Hoy estreno mi blog con el fin de expresar en él todo aquello que me parezca interesante reseñar. Al mismo tiempo daré información puntual sobre mi trabajo como escritora, e iré publicando algunos de mis relatos. Recientemente he publicado mi primera novela titulada "Los Sueños Pródigos", cuya portada utilizo como imagen de este blog. Ha sido mi novela experimental y he puesto en ella todas mis ilusiones. Ha sido un trabajo largo, donde no he escatimado en el uso de abundantes figuras retóricas con el fin de embellecer la prosa todo lo posible, siempre con la precaución de no recargar ni cansar al lector. Utilizo los tiempos objetivo y subjetivo, que no fue fácil, pero el resultado ha merecido la pena por la fuerza que impregna en la narración. Estoy segura de que todos lo que decidáis leer mi novela vais a disfrutar con ella. Aquí reproduzco un fragmento para que empecéis a conocer mi trabajo.


                Marisol salió y te dejó sola en medio del salón. Te quitaste la chaqueta despacio, alargando cada movimiento, entregándote a la calma. Después ocupaste uno de los sillones. No quisiste hacerlo en el sofá para evitar que se sentara a tu lado porque no deseabas sentirla próxima. Desconocías la razón, pero siempre habías temido su proximidad, sin embargo, ella siempre se aproximaba. Esperaste. Minutos después la viste regresar con todo lo necesario para tomar el café. Lo sirvió sin mirarte. Recordaba cómo te gustaba. Después encendió un cigarrillo y se recostó en su asiento. Tú sí la miraste. Miraste con fijeza su rostro delgado y... ¿viejo? Sí, Marisol era vieja. Teníais la misma edad, pero ella era vieja. ¿Por qué no decía algo de una vez? Sabía que esperabas, que llevabas todo el día esperando, ¿o no lo sabía? Quizá a ella le daría lo mismo lo que tuvieras que decirle de estar  en tu lugar. Tal vez ni siquiera hubiera ido a verte. La odiaste. La odiaste porque no decía nada, porque su corazón no latía deprisa, porque sus ojos sabían no mirar, porque recordaba cómo te gustaba el café. Marisol miraba el cenicero donde depositaba la ceniza que después movía con la punta del cigarrillo como si fuera necesario hacerlo. Por fin lo apagó. Lo aplastó contra el cristal y levantó lentamente la cabeza hasta que sus ojos se encontraron con los tuyos.
                -Estoy muy enferma. Tengo un tumor maligno en el útero.